El compañero Adonias, uno de los colaboradores habituales de Mondo Pixel y autor de algunos de los artículos de la tercera entrega publicada hace poco es el autor de este pequeño escrito que nos ha dedicado a Arcade Maniac. Desde aquí las gracias a Adonias por su colaboración.
"Será por mi forma de ser, pero odio jugar online. Disparo y me disparan, combato y me combaten. Da igual que comparta partida con conocidos o desconocidos. El caso es que más tarde o más temprano termino aburriéndome... Y bien clara tengo la razón que provoca mis bostezos online: si juego con o contra alguien, me gusta tenerle al lado, porque adoro esos momentos en los que la violencia virtual del juego se extiende al mundo real. Esos insultos en directo, esos codazos, ese cámbiame el mando y déjame jugar con el tuyo que este no va bien, ya me has dejado el chungo otra vez, cabrón.
Hace tiempo que me aburrió también el jugar por inercia a juegos actuales. El último título que jugué que me gustó de verdad-de verdad fue Bayonetta. Seguramente más adelante juegue otros que me gustarán también, como Vanquish; pero asumo que los programas que colmen mi ansia de jugador ávido de emociones fuertes y verdaderas, serán probablemente dos o tres entre un millón.
Yo, desde luego, seguiré jugando juegos actuales. Por suerte o por desgracia, tengo a mi disposición prácticamente todo el catálogo completo de todas las plataformas, vía un amigo a quien no le importa pagar la novedad a precio de novedad y que se compra absolutamente todo según se va poniendo a la venta. Pero como digo, viendo lo visto y jugado lo jugado, me temo que serán pocos los títulos que en el futuro se lancen que realmente me satisfagan. La bajada progresiva del nivel de dificultad general, las ayudas al novato que frustran al experimentado, el abuso de las cinemáticas no interactivas que mutilan el ritmo del juego, la invasión creciente de los entornos gráficos más realistas (y soporíferos) que la vida misma... Seguro que muchos de ustedes estarán en la actualidad viviendo una situación similar a la mía, y la estarán afrontando de una forma parecida a como yo lo estoy haciendo.
Para muchos jugadores, dicha situación será un problema de difícil solución. Algunos dejarán de jugar, otros jugarán a lo que puedan como puedan. Los que aún disfrutamos jugando títulos clásicos, tendremos el problema prácticamente resuelto. Y los que tengamos una recreativa en casa, directamente no tendremos ningún problema que solucionar.
Por mi parte hay algo que me propuse hace mucho y que cumplo a rajatabla, y es jugar todos los días al menos media hora a algún juegazo en mi Sega Swing. A dobles, a poder ser. Normalmente juego con mi hijo, aunque si hay que invitar a algún amigo a que juegue a casa, se le invita.
Pero claro, ahí lo tienen: juego con mi hijo o con colegas. Lo que me divierte mucho, porque juego con ellos teniéndoles al lado… porque así la violencia virtual del juego se extiende al mundo real y porque se suceden, ¡deben sucederse! esos insultos en directo, esos codazos, etcétera, etcétera.
Ah, pero con lo contado y con todo, hay algo que añoro. Hace unos días presentamos Mondo Píxel Vol. 3, y en el entorno de la presentación, organizamos una competición de Street Fighter III – New Generation sobre una Video Lider restaurada, decorada y cedida amablemente por Tovar para la ocasión. Hala ahí tó, un grupo de tipos (y tipas, eh) dándose de bofetadas al estilo clásico: en una recreativa, brazo derecho de un contrincante rozando levemente el brazo izquierdo de su compañero de partida. Ya conocen la escena, qué demonios les estamos contando a estas alturas.
Hagan memoria, han vivido muchas veces la situación: en un abarrotado (y quizá maloliente) salón recreativo, ustedes aporreando los botones de su máquina, y de repente una voz extraña suena justo al lado: “¿puedo jugar?”. Usted no habrá terminado de asentir con la cabeza, cuando su desconocido compañero de juego, ese Juan Nadie de recreativo, ya estará insertando la moneda en la ranura correspondiente del mueble que hace unos minutos era de ustedes y solo de ustedes.
Si hubieran estado jugando a The House of the Dead o a Double Dragon, vaya que vaya; la cosa quedará en una colaboración simpática, en un rápido hola, juego y adiós. Pero quizá ustedes estuvieran jugando… por ejemplo, a Street Fighter III – New Generation.
En ese caso ustedes compartirán la máquina no con un colaborador, sino con un adversario. Un adversario desconocido, ahí es nada; un adversario que no sabes cómo juega, un contrincante desconocido sabedor y ejecutor de estrategias defensivas y ofensivas desconocidas.
Usted jugará intentando adivinar la forma de jugar de su adversario, intentará que muerda el polvo calculando sus movimientos, quizá fingidos, quizá exagerados para que usted se confíe y pueda así hacerle morder el polvo de la manera más inesperada y sorpresiva. Y por supuesto, usted jugará con su brazo derecho rozando (probablemente golpeando, ehm, inadvertidamente) el brazo izquierdo de su nuevo y desconocido amigo y contrincante. Quizá no desde el primer momento, pero al poco rato muy probablemente la violencia virtual del juego se extenderá al mundo real, habrá tímidos insultos en directo, codazos, y si hay más partidas y aumenta la confianza entre jugadores ya habrá un cámbiame el mando y déjame jugar con el tuyo. Usted no dirá que la palanca que actualmente está utilizando no va del todo bien, al fin y al cabo no hay por qué jugar limpio. No les quepa la menor duda: como usted siga jugando suficiente rato con ese nuevo y desconocido amigo y contrincante, acabará llamándole -sin pensarlo demasiado-cabrón.
Y se lo habrá pasado bomba, claro. Mejor que si hubiera jugado con su hijo, mejor que si hubiera competido contra un amigo de toda la vida. Porque usted habrá vivido una experiencia de hermanamiento brutal instantáneo, una unión/desunión lógica y absurda, al límite, en un puñetero salón recreativo. Un salón recreativo repleto de posibles nuevos desconocidos amigos y contrincantes potenciales.
Esas relaciones tan físicas y tan instantáneas, no las da el juego online, no las da el estar jugando solo en casa abrazando un control pad con forma de zurullo pisoteado. Esas experiencias normalmente se viven en un salón recreativo, empuñando con orgullo una imponente, fálica y amenazadora palanca, al lado de un nuevo y desconocido amigo y contrincante, un Juan Nadie un poco-bastante cabrón. "
By ADONÍAS
"Será por mi forma de ser, pero odio jugar online. Disparo y me disparan, combato y me combaten. Da igual que comparta partida con conocidos o desconocidos. El caso es que más tarde o más temprano termino aburriéndome... Y bien clara tengo la razón que provoca mis bostezos online: si juego con o contra alguien, me gusta tenerle al lado, porque adoro esos momentos en los que la violencia virtual del juego se extiende al mundo real. Esos insultos en directo, esos codazos, ese cámbiame el mando y déjame jugar con el tuyo que este no va bien, ya me has dejado el chungo otra vez, cabrón.
Hace tiempo que me aburrió también el jugar por inercia a juegos actuales. El último título que jugué que me gustó de verdad-de verdad fue Bayonetta. Seguramente más adelante juegue otros que me gustarán también, como Vanquish; pero asumo que los programas que colmen mi ansia de jugador ávido de emociones fuertes y verdaderas, serán probablemente dos o tres entre un millón.
Yo, desde luego, seguiré jugando juegos actuales. Por suerte o por desgracia, tengo a mi disposición prácticamente todo el catálogo completo de todas las plataformas, vía un amigo a quien no le importa pagar la novedad a precio de novedad y que se compra absolutamente todo según se va poniendo a la venta. Pero como digo, viendo lo visto y jugado lo jugado, me temo que serán pocos los títulos que en el futuro se lancen que realmente me satisfagan. La bajada progresiva del nivel de dificultad general, las ayudas al novato que frustran al experimentado, el abuso de las cinemáticas no interactivas que mutilan el ritmo del juego, la invasión creciente de los entornos gráficos más realistas (y soporíferos) que la vida misma... Seguro que muchos de ustedes estarán en la actualidad viviendo una situación similar a la mía, y la estarán afrontando de una forma parecida a como yo lo estoy haciendo.
Para muchos jugadores, dicha situación será un problema de difícil solución. Algunos dejarán de jugar, otros jugarán a lo que puedan como puedan. Los que aún disfrutamos jugando títulos clásicos, tendremos el problema prácticamente resuelto. Y los que tengamos una recreativa en casa, directamente no tendremos ningún problema que solucionar.
Por mi parte hay algo que me propuse hace mucho y que cumplo a rajatabla, y es jugar todos los días al menos media hora a algún juegazo en mi Sega Swing. A dobles, a poder ser. Normalmente juego con mi hijo, aunque si hay que invitar a algún amigo a que juegue a casa, se le invita.
Pero claro, ahí lo tienen: juego con mi hijo o con colegas. Lo que me divierte mucho, porque juego con ellos teniéndoles al lado… porque así la violencia virtual del juego se extiende al mundo real y porque se suceden, ¡deben sucederse! esos insultos en directo, esos codazos, etcétera, etcétera.
Ah, pero con lo contado y con todo, hay algo que añoro. Hace unos días presentamos Mondo Píxel Vol. 3, y en el entorno de la presentación, organizamos una competición de Street Fighter III – New Generation sobre una Video Lider restaurada, decorada y cedida amablemente por Tovar para la ocasión. Hala ahí tó, un grupo de tipos (y tipas, eh) dándose de bofetadas al estilo clásico: en una recreativa, brazo derecho de un contrincante rozando levemente el brazo izquierdo de su compañero de partida. Ya conocen la escena, qué demonios les estamos contando a estas alturas.
Hagan memoria, han vivido muchas veces la situación: en un abarrotado (y quizá maloliente) salón recreativo, ustedes aporreando los botones de su máquina, y de repente una voz extraña suena justo al lado: “¿puedo jugar?”. Usted no habrá terminado de asentir con la cabeza, cuando su desconocido compañero de juego, ese Juan Nadie de recreativo, ya estará insertando la moneda en la ranura correspondiente del mueble que hace unos minutos era de ustedes y solo de ustedes.
Si hubieran estado jugando a The House of the Dead o a Double Dragon, vaya que vaya; la cosa quedará en una colaboración simpática, en un rápido hola, juego y adiós. Pero quizá ustedes estuvieran jugando… por ejemplo, a Street Fighter III – New Generation.
En ese caso ustedes compartirán la máquina no con un colaborador, sino con un adversario. Un adversario desconocido, ahí es nada; un adversario que no sabes cómo juega, un contrincante desconocido sabedor y ejecutor de estrategias defensivas y ofensivas desconocidas.
Usted jugará intentando adivinar la forma de jugar de su adversario, intentará que muerda el polvo calculando sus movimientos, quizá fingidos, quizá exagerados para que usted se confíe y pueda así hacerle morder el polvo de la manera más inesperada y sorpresiva. Y por supuesto, usted jugará con su brazo derecho rozando (probablemente golpeando, ehm, inadvertidamente) el brazo izquierdo de su nuevo y desconocido amigo y contrincante. Quizá no desde el primer momento, pero al poco rato muy probablemente la violencia virtual del juego se extenderá al mundo real, habrá tímidos insultos en directo, codazos, y si hay más partidas y aumenta la confianza entre jugadores ya habrá un cámbiame el mando y déjame jugar con el tuyo. Usted no dirá que la palanca que actualmente está utilizando no va del todo bien, al fin y al cabo no hay por qué jugar limpio. No les quepa la menor duda: como usted siga jugando suficiente rato con ese nuevo y desconocido amigo y contrincante, acabará llamándole -sin pensarlo demasiado-cabrón.
Y se lo habrá pasado bomba, claro. Mejor que si hubiera jugado con su hijo, mejor que si hubiera competido contra un amigo de toda la vida. Porque usted habrá vivido una experiencia de hermanamiento brutal instantáneo, una unión/desunión lógica y absurda, al límite, en un puñetero salón recreativo. Un salón recreativo repleto de posibles nuevos desconocidos amigos y contrincantes potenciales.
Esas relaciones tan físicas y tan instantáneas, no las da el juego online, no las da el estar jugando solo en casa abrazando un control pad con forma de zurullo pisoteado. Esas experiencias normalmente se viven en un salón recreativo, empuñando con orgullo una imponente, fálica y amenazadora palanca, al lado de un nuevo y desconocido amigo y contrincante, un Juan Nadie un poco-bastante cabrón. "
By ADONÍAS
4 comentarios:
Genial todo el artículo, y sublime la conclusión con el: "abrazando un control pad con forma de zurullo pisoteado".
Saludos.
jejejejeje, me ha gustado el articulo y me ha recordado cuando iba a los recres .Yo al igual que ADONIAS no me gusta el online mucho,porque me aburre,ademas que para un rato que juego no me gusta estar quedando con gente para hacer "Quests".Soy mas directo y si quiero divertirme me gusta jugar a algo mas simple.Tambien soy de los que prefiero ver la cara del contrario al lado mia cagan.... en todo o yo insultandole "cariñosamente",jejejeje que por mucho online ,no es lo mismo.
De acuerdo estoy tambien con la conclusion del articulo,jejeje.ha tenido mucho arte con esa expresion.
Perdonad por la falta de tildes pero estoy en cama a punto de entrar en stand by y no atino.
Un saludete Manuel.
hola, es mi primer comentario y lo hago porque coincido totalmente con todo el articulo, para mi los videojuegos de hoy en dia nos estan matando la aficion a los que disfrutamos muchisimo en los recres... que tiepos aquellos.... yo tengo 35 tacos y se de lo que hablo... pronto me agenciare una candy japonesa... jejeje
saludos.
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